El texto aborda una crítica y una posición personal en relación al realismo y al idealismo. Se argumenta que ni el idealismo ni el realismo logran demostrar su superioridad de manera lógicamente convincente y que la disputa entre ambos parece insoluble mediante un enfoque puramente racional. El idealismo volitivo, que enfatiza el aspecto volitivo y de acción del ser humano, sostiene que la realidad se experimenta inmediatamente a través de la voluntad al enfrentar resistencias en la acción, lo que supera efectivamente el idealismo.
Por otro lado, se resalta que tanto el idealismo como el realismo fracasan en la explicación de la existencia del propio "yo". Mientras que el idealismo volitivo y el principio "volo, ergo sum" subrayan la existencia inmediata del "yo" a través de la voluntad, el realismo también recurre a la certeza de la existencia del "yo" a través del pensamiento. Esta certeza del propio "yo" supone un obstáculo para el idealismo.
Luego, se examina la cuestión de si es posible conocer la esencia de las cosas o solo sus apariencias. Se contrastan las concepciones aristotélica y kantiana. La aristotélica considera que los objetos del conocimiento están dotados de una esencia preexistente y que el conocimiento refleja el orden objetivo del mundo. En cambio, la concepción kantiana afirma que los objetos del conocimiento son construidos por la conciencia a través de formas a priori. El autor critica la teoría aristotélica argumentando que puede ser menos probable debido a su suposición no demostrada de una estructura racional en la realidad. Sin embargo, también plantea una objeción a la teoría kantiana, ya que si las sensaciones fueran un puro caos, no sería posible aplicar categorías como sustancia o causalidad para ordenarlas.
Finalmente, se concluye que el problema de la relación entre el sujeto y el objeto en el conocimiento humano es complejo y que su solución escapa a una resolución definitiva debido a la naturaleza dualista de nuestra existencia como seres de voluntad y acción. El texto sugiere que, dada esta limitación, la cuestión puede no tener una respuesta absolutamente segura y que puede ser necesario resignarse a considerarla como un enigma en los límites de la comprensión humana.
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